lunes, 21 de abril de 2008

ENTRE ALGODONES de Lola Bertrand


-Jazmín, hija, por favor, ven a comer.
-No tengo ganas mamá.

Pues sí, me llamo Jazmín, una locura maternal que me trae a mal traer. Quisiera ser Adela, Claudia, Eloisa, Marina, -en especial este último nombre-, pero no, tuve que llamarme Jazmín, como la protagonista de la novela que estaba leyendo mi madre: “Amor detrás de los visillos”

-Jazmín, vas a enfermar: no te da el sol, no comes, apenas hablas,
¿quién te va a querer así…?
Hay Señor, Señor, nunca casaremos a esta hija,- se lamentaba mi madre cada dos por tres, y mi padre asentía.

Tengo diecisiete años y estoy enamorada. Ellos no lo saben, si lo supieran me meterían a monja.

Esa es otra, acabo de dejar el internado de monjas Ursulinas: diez años de internado aprendiendo piano, cocina, pintura, bordado y unas pinceladas de cultura general.
Me acaban de dar un diploma de perfecta señorita, y esposa y ama de casa excepcional.

-Jazmín, ¿qué te pasa, es que quieres quedarte para vestir santos? Hija, por el amor de Dios, tus amigas del colegio ya están comprometidas, se van a llevar a los mejores partidos. En las fiestas a las que acudimos te muestras seca, incluso impertinente. Se empieza a murmurar…

Madre no sabe, y padre tampoco, que estoy enamorada de Rodrigo. Me tiemblan los pulsos de tan sólo escribir su nombre.
Rodrigo es el hombre más sensible, apuesto y varonil con el que me he tropezado en mi corta vida, pero tiene un montón de defectos: es el mejor amigo de mi padre, tiene treinta y nueve años y está comprometido.

-Jazmín, Jazmín, la comida se enfría.
La voz chillona de mi madre me vuelve loca. Abro el libro que tengo sobre mi falda:
“Volverán las oscuras golondrinas
de tu balcón sus trinos a colgar,
y otra vez , con el ala en tus cristales jugando llamarán”
Me apasiona Bécquer, me transporta, me envuelve, La voz de mi madre se pierde en la lejanía y aparece Rodrigo.

Flor,- el siempre me llama Flor, jamás ha pronunciado mi nombre-, el hombre que te posea, cuando te enamores, será el más feliz del mundo. Eres especial: hermosa, sensitiva, con personalidad…
Él es un ser cálido y de voz profunda. Su cuerpo atlético y sus maneras suaves hacen palpitar mis pulsos. Me trata como a una mujer, lo siento dentro de mí, por eso mis noches están pobladas de su piel…

Han pasado dos años, yo sigo sentada en mi balcón rodeado de madreselvas, con el mismo libro de poemas de Bécquer entre las manos:
“Afloró a sus ojos una lágrima
y a los míos una frase de perdón…”

Teresa, la prometida de Rodrigo, murió de unas fiebres de malta un par de meses antes de la boda. Él sigue visitándonos, sigue siendo el mejor amigo de mi padre, sigue teniendo veintiún años más que yo.
Nunca me ha llamado por mi nombre: aun soy Flor para él.
Sigo soltera. Aguardo…

-Jazmín, hija, ¿tan desagradables te resultan todos tus pretendientes?

“Afloraba a sus ojos una lágrima”, decía el libro.
Rodrigo estaba frente a mí y se la bebió.

Lola Bertrand

1 comentario:

Pau Llanes dijo...

Un saludo... llegué a su blog a través del de camille Stein... les leeré poco a poco... Pau Llanes