miércoles, 9 de abril de 2008

EL NIÑO DE CRISTAL de Emma Rosa Rodriguez


Se sentaba cada tarde en el columpio, pero nadie le mecía.
También le gustaba echarse encima de una gran piedra a contemplar el estanque.
Era un niño triste que crecía solitario, huérfano de besos y caricias. Nunca supo por qué su madre, siempre encerrada en su habitación, le rechazaba, hasta que sin querer escuchó decir a una criada que su padre había muerto por salvarle a él la vida. Desde ese mismo momento dejó de comer y empezó a menguar. Su piel se volvió transparente; como si fuera de cristal. Cuando apenas podía ya moverse se subió a su piedra favorita y, al calor de un rayo de sol, su cuerpecito se quebró con un chasquido, dejando apenas un puñado de pequeñísimas astillas en forma de lágrima.
La madre, contempló la escena desde su ventana, y como si de repente despertara de un largo sueño, sintió todo el peso de la culpa y la soledad más absoluta. Entonces, escribió unas frases en un papel, bajó al jardín y abrazándose a la piedra, cerró los ojos y se dejó morir...
Llovieron varias primaveras…
Era un hermoso atardecer de verano, Paulina estaba jugando con su muñeca cuando miró hacia el columpio y descubrió con sorpresa que se movía solo, se acercó y lo empezó a empujar suavemente. Sus padres la observaron, parecía que hablaba con alguien. Era una niña muy alegre y con mucha imaginación, si no tenía amigos se los inventaba, así que ellos no le dieron importancia. La pequeña, curioseando en busca de florecillas, se acercó a una gran piedra que sobresalía entre las demás y descubrió, semienterrado, un pequeño cofre que abrió emocionada.
Encontró un papel con unas frases escritas: "Hijo mío, has muerto de pena por mi culpa. Porque nunca te abracé, porque jamás te dije ¡te quiero! Ahora ya es tarde para los lamentos, voy a reunirme contigo, no sé si podrás perdonarme...Pero yo no podré perdonarme a mí misma...Mamá"
Paulina, sin decir nada a sus padres, enterró el papel y se quedó con el cofrecillo. Al día siguiente, al bajar al jardín, descubrió que de la piedra, como si fuera una fuente, manaba un chorrito de agua que, al secarse con el sol, dejaba un pequeño montoncito de algo que parecía sal. La niña la recogió con cuidado y la depositó dentro del cofre. Así estuvo varios días, recogiendo y guardando la sal, hasta que observó que junto a la piedra había brotado una flor, luego otra y otra...
Estaban desayunando en el porche cuando oyeron el llanto de un niño, la pequeña y sus padres se acercaron al estanque, y descubrieron dentro de un cofre un bebé que parecía de cristal, la señora lo tomó en brazos con sumo cuidado, lo meció y lo arropó, hasta que su piel empezó a volverse sonrosada... Cuando el niño abrió los ojos y sonrió por primera vez, Paulina y su madre descubrieron que las flores alrededor de la gran piedra habían configurado un rosal que la ocultaba y la abrazaba completamente, al acercarse, comprobaron asombradas que sus tallos no tenían espinas...

Emma Rosa

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