martes, 29 de abril de 2008

EL SANTO DE PAPÁ de Lola Bertrand


El veinticinco de Julio siempre fue uno de los días más importantes y divertidos de mi infancia; era el santo de papá y en casa ese acontecimiento se celebraba por todo lo alto.
A dicho evento asistían casi todos nuestros tíos y primos, así como también muchos de los amigos de nuestros padres. No quiero ser exagerada, pero si calculo un mínimo de 60 personas no me quedo corta.
Quince días antes se empezaba a ver movimiento en casa y recuerdo lo muchísimo que nos reíamos comentando donde íbamos a almacenar tanta comida.
Papá encargaba a diferentes mujeres del pueblo – Villamayor- algunos de los alimentos que deberían proporcionarnos. Estaba la encargada de hacer docenas de croquetas de jamón o pollo, la de las tortillas de patata, la de las empanadillas de bonito, y hasta la de la mayonesa para la ensaladilla rusa.
Hay que tener en cuenta que en aquella época la mayonesa había que hacerla a mano – por cierto que a mí me salía muy bien - pero… ¡cinco docenas de huevos de mayonesa!, eso era demasiado para la niña que era yo en aquellos tiempos. ¡Cómo nos reíamos pensado donde almacenar tanta mayonesa! Hasta pensamos vaciar la piscina y ponerla allí dentro…
En casa asábamos pollos, cocíamos patatas y huevos, preparábamos ensaladas, picábamos judías verdes, seleccionábamos frutas y hacíamos pasteles, y me incluyo porqué allí tenía que cooperar hasta el último gato.
Era una revolución, os lo puedo asegurar, pero tanta algarabía hacía que los niños estuviéramos excitados y expectantes al máximo. Lo cierto es que muchos recuerdos andan perdidos en mi memoria, pero otros están realmente frescos, como si “el santo de papá “hubiera sido ayer.
El día señalado se extendían grandes manteles sobre la hierba del jardín, se llenaban de manjares y alrededor de ellos nos sentábamos los niños – no menos de veinte - la mayoría de nuestros primos eran “bastante pijos” por eso en ese día en que venían a nuestros terreno podíamos hacerles unas cuantas jugarretas para reírnos de ellos…
La abuela Blanca era la matriarca de la familia y se sentaba en un cómodo sillón de mimbre que colocaban bajo el gran cerezo que se alzaba junto a la piscina, a su alrededor se distribuían el resto de los mayores, en aquella zona del jardín ponían mesas cargadas de alimentos y grandes baldes con hielo para enfriar las bebidas.
En algunas ocasiones a lo largo de mi vida he tenido que ser anfitriona de alguna fiesta multitudinaria – el trabajo es ingente- pero nunca, ni con mucho he podido llegar a la altura del “santo de papá”, en muchas ocasiones les doy las gracias, en silencio, por haber dejado en mi memoria recuerdos tan bellos.

Lola Bertrand

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bien nos hace recordar estos sucesos de la infancia Lola yo soy feliz cuando lo traigo conmigo y más cuando los comparto.Muy lindo el conocerte,gracias!!!!

XAVIER DUARTE ARTIGAS dijo...

Diría poco si digo Lola, fueron los años de oro; qué hermoso es haberlos vivido y que estén tan vivos en ti. Cada cosa en ese tiempo, estaba en su lugar y fuera de su lugar porque así lo queríamos (todo era un juego, hasta la vida diaria. Gracias Lola por regalarnos estas vivencias.
En lo que a mí respecta, he vuelto a escribir en blogs y ahora lo hago en:
http://www.lacocteler.com/
poesia-de-alfeizar-uruguay
Un beso para Lola de xavier.

XAVIER DUARTE ARTIGAS dijo...

te pido disculpas, pues he enviado mal la dirección; es--->http://www.lacoctelera.
com/poesia-de-alfeizar-uruguay
Un abrazo de xavier