miércoles, 9 de abril de 2008

EL RODADOR de Cati Cobas


Carlitos Romero fue rodador desde chiquito. En cuanto sentía en la pancita los retorcijones del hambre, rodaba, solito, y salía de la caja de manzanas que le servía de cunita allá, en la Villa Treinta y uno, cerca de Retiro.

Todos se asombraban cuando lo encontraban,hecho un ovillito, en la puerta del almacén de Doña Clota. Pero Carlitos se había dado cuenta de que doña Clota tenía leche de sobra para darle –estaba amamantando a su beba, pero la producción láctea era sumamente generosa- y como él era flaquito, y tenía carita de desgraciado, la mujer lo alzaba, mientras el bebé se regodeaba, al darse cuenta de que se iba a hundir en esos pechos generosos, tan distintos de los que tenía su mamá, un criolla seca de carnes y desentimientos.

Después, cuando fue a la escuela, comprendió que si visitaba la casa de algunos compañeros, iba a almorzar o merendar mucho mejor que en la suya, por lo que siguió rodando de casa en casa siendo,por lo general, bien recibido, ya que se fue convirtiendo en un muchachito prudente y ubicado, que se conformaba con lo que le daban, pero que siempre seguía buscando y rodando, como habíaaprendido a hacer en su cuna frutal, allá en la casa de chapa y cartón de la Treinta y uno.

Así, rodador, creció hasta que cuando se hizo grande le dio por las mudanzas. Ahí nadie pudo detenerlo. Lo supieron conocer primero en los barrios vecinos. En cuanto pescaba que había alguna casa que podía ser tomada, ahí se mudaba Carlitos con su carrito lleno de cachivaches. De todo llevaba: el catre, el roperito con la luna oxidada, la palangana para lavarse sin salir afuera y lo que más apreciaba: un botón de la blusa azul de Doña Clota, la misma blusa que tantas veces había visto desabotonarse con generosamagnanimidad.

Si Carlitos se daba cuenta de que le iban a reclamar la casa, mudarse le resultaba muy fácil: ponía todo adentro del carrito y se buscaba otro lugar para vivir mientras pudiera. Entretanto, para mantenerse, ejercía los más variados oficios; por ejemplo, fue deshollinador en Puerto Madero (el único problema eraque no había ni una chimenea por allí, pero eso para Carlitos no era obstáculo), ordeñador de vacas en la City (ahí tuvo el mismo problema que antes, ya que las vacas no se guardan en los bancos, y ya se sabe que lo único que hay en la City son entidades bancarias).

Nunca le sobró demasiado, pero hambre no pasó tampoco, porque de una u otra forma iba rodando para hacerse la diaria, aunque más no fuera ordeñando la máquina de café Express en el bar Pablito deVeinticinco de Mayo y Reconquista. Para eso tenía el botón azul deDoña Clota, que le servía de cospel de subte y también para hacer funcionar las máquinas expendedoras, como la que tenía Pablito a la entrada del boliche.

Un día, mientras pensaba a dónde mudarse, ya que le habían le venía el desalojo, se chocó de frente con Don Carlos Galván, el empresario más poderoso de la ciudad de Buenos Aires. Galván, con sucorpulencia hacía, por lo menos, cuatro Carlitos juntos y lo dejó aplastado en la vereda. Como Carlitos no acostumbraba quejarse,volvió a hacerse un bollito, y quedó a los pies de quien lo había derribado, igualito que en otra época en la puerta del almacén deDoña Clota. Don Carlos se compadeció de ese ovillito y lo metió en el portafolio. Así Carlitos consiguió mudarse a lo mejor de Palermo,justo frente a los lagos. Cuando rodó fuera del portafolio de DonCarlos, y se sentó junto a él en la biblioteca, el empresario,que le había tomado simpatía, le propuso: "Mirá Carlitos: necesito alguien como vos, de confianza. Tengo muchos problemas con el fiscoy como vos sos un desconocido para ellos, yo podría, si te parece,poner algunos bienes a tu nombre, vos me firmás un contra-documentoen el que me los devolvés y listo.

¿Qué te parece?"Carlitos pensó que total nada tenía que perder porque nada tenía hasta el momento, y aceptó. Para estar tranquilo sobre la fidelidad del Rodador, Don Carlos lo hizo mudar a su piso, en la torre más alta de la ciudad, desde donde se veía la orilla de Uruguay bien clarita así como los barquitos de vela navegando por el río marrón.Carlitos tuvo un poco de problema en este caso, porque no queríandejarlo entrar en el edificio con el carrito de la mudanza, que había ido a buscar a la última casa donde había vivido antes de su encuentro con Don Carlos. Aunque al final consiguió que se lo dejaran guardar en el garage del edificio.Y así, Carlitos comenzó una nueva etapa en su vida de rodar y rodar.El botón de Doña Clota lo llevaba siempre encima, aunque ahora no necesitaba usarlo: Don Carlos le proveía todo lo que necesitaba y más. Estaba muy contento de haber encontrado alguien como Carlitos,sin amigos, sin familia, que podía hacerse cargo de sus cosas sin molestar y sobre todo, sin preguntas.

Carlitos pensó que ya había dejado de rodar. Que había encontrado su lugar en el mundo. Que el botón de Doña Clota podría estar para siempre de adorno, colgado de su cuello, cuando sucedió lo inesperado.Un día, mientras se entretenía contando los veleros que brillaban bajo el sol de noviembre en el Río de la Plata, le llegó la noticia de que debía mudarse nuevamente: Don Carlos había tenido un accidente mortal y como todo estaba a su nombre…

Fue un poco complicado para la empresa de aviación subirle el carrito de las mudanzas a ese avión que partía a Nueva York, pero a un magnate de los kilates de Don Carlos Romero no podía negársele nada. La revista People dijo en uno de sus reportajes que se maravillaba de la ubicuidad y don de gentes del multimillonario cuyo distintivo empresarial era un botón de plástico azul en la solapa del impecable Armani.

© Cati Cobas

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